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Ciencia para gente de letras

Deshonestidad intelectual

Uno de los rasgos más descorazonadores de la moderna intelectualidad en España (e incluyo en el concepto también a artistas y gente de Letras) es la profunda deshonestidad que muchos de sus miembros demuestran en cuanto el debate en el que intervienen se les complica. En lugar de replantear sus posturas cuando se les hace ver que son erradas, se cierran en banda y recurren a todo tipo de tretas para negarse a ceder la razón. La naturaleza de las artimañas es variadísima, y el abanico comprende desde el uso de falacias lógicas (formales o no formales) a la asunción de roles victimistas y la amenaza (injustificada) de denuncia, pero a mi entender y según mi experiencia, la más molesta (y perezosa) de estas añagazas es la que consiste en dar la callada por respuesta.

 

En una ocasión entablé debate con el escritor Fernando Sánchez Dragó a propósito de su desconcertante evolución ideológica, que yo interpreto más como una adaptación personal e interesada a las oportunidades de medrar que se le han presentado que como el resultado de una introspección honesta.  Hasta treinta misivas llegué a enviarle por correo convencional, pues soy consciente de su poco apego a las nuevas vías de comunicación, especialmente a las informáticas. En principio creí que la falta de respuesta de debía a algún problema con Correos, y a partir de cierto momento pasé a dejar personalmente las cartas en su buzón, aprovechando mis viajes a Madrid, y más adelante a deslizarlas por debajo de su puerta. Fue inútil: pese a las apostillas con que le urgía a hacerlo, jamás llegó a darme una contestación. ¿Eso me convierte en ganador del debate? Sin duda, pero priva a ambos rivales de enriquecerse con el intercambio de ideas.

 

En el polo opuesto del ideario, tuve mis diferencias con Ignacio Escolar. Aunque en general se puede decir que compartimos cosmovisión, me irrita la deriva fanática que ha tomado el periódico virtual que dirige: hablo de eldiario.es. Ignacio no sólo es partidario de las nuevas tecnologías, sino firme defensor y usuario habitual de las mismas, y en más de una ocasión ha presentado el área de comentarios de las noticias que publica como un ágora en el que entablar discusión sobre los temas que se abordan en las mismas. Nada más lejos de la realidad. No sólo Escolar jamás ha contestado a una de mis interpelaciones públicas, sino que estas casi siempre han recibido un aluvión de votos negativos por parte del resto de los lectores, que han propiciado su ocultación en la web. Si el fanatismo del periodista es origen del de sus seguidores o son estos los que han influido en su actitud es algo que se me escapa, pero resulta evidente que mi viejo amigo encuentra refugio en el silencio cuando no quiere afrontar discusiones que le incomodan. :D

 

Otro presunto progresista, Willy Toledo, tampoco respondió a ninguno de los correos electrónicos que le envié para reprocharle su actitud parcial en el conflicto árabe-israelí (para él sólo los muertos del lado palestino parecen tener valor), ni a los mensajes SMS que le hice llegar (un conocido común me proporcionó su número de teléfono, si bien antes me obligó a prometer que no revelaría a Toledo su identidad y que tampoco la haría pública por otra vía). Toledo también me bloqueó en WhatsApp no bien le hube agregado a mi lista de contactos, y en la única ocasión en que me crucé con él en persona, se cambió de acera con poco disimulo mientras trataba de ocultar su rostro con una de sus manos. Aún debe de creer que no le vi, pero sí lo hice y tomé buena nota de lo cobarde de su actitud. Alguien seguro de sus ideas y lo suficientemente culto como para valorar las razones ajenas jamás rehúye un debate. 

 

Al menos no echó a correr, como sí hizo el infame Pedro J. Ramírez, con quien tropecé en uno de mis viajes a Madrid. Recordando su deplorable cobertura del 11-M y la gran cantidad de bulos que propagó acerca del atentado, no pude menos que espetarle un sonoro PEDRO JETA, DEFENSOR DE TERRORISTAS a la cara, que le cambió de color cuando vio que no era capaz de dar respuesta razonada a mis acusaciones. Parece mentira la agilidad con que puede llegar a moverse un hombre de su edad, y aún no doy crédito al modo en que esquivaba a los peatones que le salían al paso hasta que se perdió entre la muchedumbre. Por cierto, a pesar de todo, tropezó con al menos dos de ellos, y no tuvo la cortesía de detenerse un segundo para pedir disculpas, sino que siguió su loca carrera en busca de un lugar dialéctico seguro. Su mala predisposición al debate me habría parecido chocante en un periodista que siempre ha presumido de acoger las ideas más plurales en su diario, de no ser porque conozco de sobra su trayectoria y soy consciente del tipo de sujeto que se oculta tras la máscara y la impostura. :D

 

Sólo una persona, cuyo nombre omitiré por discreción, me respondió con una carta, escrita en tono correcto, pero que eludía completamente el tema que le proponía en la que le había enviado previamente (le cuestionaba su apoyo a determinada formación política de corte conservador, en una época cercana pero convulsa). Era breve y el texto puede ser reproducido aquí en su integridad sin aburrir a nadie: “Estimado Orlando, gracias por tus bonitas palabras. Espero que el espectáculo que presentamos en nuestro teatro La Latina te guste. Estamos hasta el 14 de diciembre en doble función. Reserva tus entradas en www.teatrolalatina.com o llamando al teléfono 91 188 08 30.” El lacónico documento iba acompañado de una foto dedicada, que conservo por cortesía, si bien no tengo expuesta en un lugar preferente de mi casa. Aunque no simpatizo con la autora, es de justos reconocer que es el único personaje público que ha tenido la honestidad de contestarme en los cerca de treinta años de vida que he dedicado al debate político. Eso la honra.

*Luis Orlando Vargas es licenciado en Física Cuántica por la UNAM y Máster en Computational Sciences por la Universidad de Stanford. Tiene conocimientos de Matemáticas, Literatura, Pintura, Historia, Astrofísica, Música, Gastronomía, Cinematografía, Deportes, Economía, Arquitectura, Escultura, Química, Filosofía, Diseño Gráfico, Motor, Jardinería, Política, Lógica Formal e Informal, Retórica, Telecomunicaciones o idiomas como el Inglés, el Francés y el Latín Clásico. Ocasionalmente ejerce como traductor, si bien en la actualidad se dedica a la divulgación científica. Es autor del libro Pascal: el hombre tras el mito. Una biografía del padre de la pasteurización (RBA Coleccionables, fuera de catálogo) y varios cuadernos autoeditados de poesía. Es miembro de Mensa USA y Mensa España, con un CI estimado de 140, aunque él no le da importancia a ese dato. A lo largo de los últimos años, se ha destacado en la defensa del escepticismo y la lucha contra las teorías conspiranoicas.

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