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Hedyphagetica

Hombre come perro

J.M. Bellido Morillas*

Para Juan Huarte de San Juan, la carne de perro no es especialmente nutritiva: “Porque si cualquiera mujer de aquéllas comiera un pedazo de oso o de perro, cocido o asado, se sustentara con él, aunque no tan bien como si comiera carnero o perdices. Lo mesmo acontece a la simiente humana, que su verdadero nutrimento en la formación de la criatura es otra simiente humana; pero, faltando ésta, bien puede suplir sus veces la simiente brutal”.  Esta semilla tampoco da para mucho, lo que no quita que haya muchos casos que rememorar, como el de “un oso con una doncella que halló sola en el campo; y de un jimio que tuvo dos hijos en otra mujer; y de otra que andándose paseando por la ribera del mar, salió un pescado del agua y la empreñó”, aunque todas estas historias sean, según Huarte, dificultosas de entender para el vulgo. Tampoco falta el famoso caso de Minerva con el can que trae Celestina, y, aunque mi amigo José Palomares Expósito ande a vueltas con ese chucho, lo más probable es la enmienda defendida por Menéndez y Pelayo: es decir, que deba leerse con Vulcán. Pero no hemos venido aquí a hablar de zoofilia, sino de gastronomía. Hay un tiempo para cada cosa y una cosa para cada tiempo.

 

Demasiado denso sería entrar en las numerosas precisiones de Ventura de Peña y Valle en su Tratado general de carnes, dado a la Imprenta de Miguel de Burgos en Madrid en 1832, y tan preciso que no desdeña tratar el uso gastronómico de la carne humana. Baste, como ejemplo, un apunte, sacado de su página 247: “Los kalmucos de la parte del Asia de Rusia comen sin escrúpulo toda clase de animales aunque esten enfermos, y su carne podrida, jamas friegan las vasijas donde comen y beben; y en un pais donde son tan asquerosos é inmundos, miran la carne de perro con la misma aversion que en otros paises la de cerdo”. Grandes misterios envuelven estas elecciones. En el mundo iranio, donde los dioses indios son demonios y viceversa, los perros son sagrados, pero en el Kamasutra la felación (auparishtaka) se considera impura porque pueden hacérsela los perros; aunque procede jurisprudencia. En Shurasena, por ejemplo, “hacían de todo” porque todo depende del momento, y la boca del perro es pura cuando atrapa con ella a un ciervo en la cacería, pero no cuando toca la comida en casa. Pero el tratado que compendia el saber de Vatsyayana también recurre a la figura del perro al decir que en muchos manuales de medicina se detallan las cualidades saludables de la carne canina, pero que no por eso debe ser tomada por el sabio de casta superior ni por los hombres honorables. Más complicado aún es cuando los testimonios antropológicos son tan confusos como esta nota de Felipe Guamán Poma de Ayala en su Primer nueva corónica y buen gobierno: “alco mico, come-perro. Le entierra con perros como matalle carnero, acimismo el ualle de Xauxa, Uanca, alco mico, Quito, alco mico. Todos éstos les enterrauan a sus defuntos con perros y el sacrificio, otro tanto. Primeramente yndios de los llanos llora diziendo: Nanu, nanu, nanu. Comen y ueuen hasta tornarse locos, atónitos y ayunan como los serranos. Y ci halla carne lo comen pero anda mucho pescado y camarón”. Si comían perros, ¿para qué se enterraban con ellos? Nadie se entierra con su fresquera, a no ser que espere seguir comiendo, como los egipcios. Hay que confirmarlo con el propio texto, en otro pasaje, para estar seguros: “Los yndios Uancas, Xauxa, Hanan Uanca, Lurin Uanca sacrificauan con perros porque ellos comían perros y ací sacrificauan con ello y con coca y comidas y sangre de perro y mollo. Y ací dizen que dezía: ‘Señor guaca Caruancho Uallullo, no te espantes quando digere ‘uac’ que ya saues que son nuestros ganados’. Y ací hasta oy día les llaman Guanca, alco micoc. Y algunos por no quebrantar la ley que tienen comen todauía a los perros y se le deue castigar por ello”. Es decir, que los sufridos españoles debían perseguir que en Iberia los marranos evitaran comer cerdo y que en América los indios procurasen comer perro, ambos por guardar sus leyes anuladas. Perú es un buen ejemplo de que las cosas no son tan sencillas como la sistematización antropológica podría hacernos creer. Leamos por ejemplo a Hal Herzog, en Why It is So Hard to Think Straight About Animals, que en España ha sido traducido por Fina Marfà con el fidelísimo título Los amamos, los odiamos y... los comemos: esa relacion tan especial con los animales, Barcelona, Kairós, 2012, p. 268: “¿Qué ocurre en las culturas en las que los perros pueden ser tanto un miembro más de la familia como un alimento? Esas sociedades pueden disponer de mecanismos para resolver la potencial fusión de categorías. La raza preferida de perro comestible en Corea del Sur es el nureongi, un perro de tamaño medio de pelo amarillo. Estos perros no son mascotas, y en los mercados donde venden perros como mascotas y también el mencionado nureongi, a los primeros se les separa físicamente de los segundos poniéndolos en jaulas de un color diferente. Los indios oglala de la Reserva Pine Ridge de Dakota del Sur comen estofado de perro como parte de sus rituales religiosos y también tienen perros como animales domésticos. El destino de cada uno de los cachorros de una camada se decide poco después de haber nacido. Los que van a ser animales domésticos reciben un nombre. Sus hermanos de sangre a los que el futuro depara una cazuela, no”.

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Nativa del Perú juega con el cuy durante la fiesta del cuy.

Nativa del Perú asa el cuy durante la fiesta del cuy.

Sin embargo, en Perú vemos cómo el cuy es tanto vestido con disfraces graciosos y tratado como una mascota, como abierto en canal y asado en un espeto a lo largo de la misma fiesta, con lo que los clásicos llamaron risa del conejo o, en su caso, despellejado y abierto, más bien de la rata. Porque si tenemos tan extraños comportamientos con nuestros congéneres humanos, y no nos ha importado, a lo largo de la historia de nuestras culturas, darnos al canibalismo o a destripar a quien había sido nuestro comensal, no es de esperar que resolvamos nuestras propias incongruencias para con el mundo animal a través de un expediente tan sencillo como poner o no nombre a las bestias. Porque los animales domésticos también pueden ser platos en nuestra mesa, y los toros tienen nombre (y tanto) y además, si lo tienen, es para matarlos en la lidia.

 

Otra cosa, naturalmente, es que esos perros que dicen uac sean realmente perros. “Muy pocos animales domésticos fueron encontrados en poder de los indígenas de Venezuela y Colombia. Los cronistas de la conquista nos hablan frecuentemente de un perro mudo, que algunas tribus poseían domesticado y que les servía de alimento, en cuya afición fueron secundados los indios por los españoles. Varias veces se habla de estos perros mudos en la Historia Natural de las Indias de Oviedo y Valdés, la descripción que de ellos hace coincide con la del animal denominado picure en el Estado Mérida, que es una especie de hurón muy fácil de domesticar, parecido por su forma á un perro pequeño”, dice Julio C. Salas en Tierra-Firme (Venezuela y Colombia), Mérida (Venezuela), Paz y Trabajo, 1908, quien también señala que “á los perros de los españoles los llamaron en muchas partes jáu imitando su ladrido”. Canes había, en cambio, y están atestiguadas por la arqueología y la cerámica prehispánicas figuras inequívocamente perrunas, que avalan que los que decían uac no eran otro tipo de animales (¿quién si no dice uac?). Pero la verdad es que, al cabo de todo, en el mundo hispano la gastronomía canina no ha dado para mucho. En España hemos sido más de comer gato y, en las Indias, roedores, lo que no quiere decir que en este artículo hayamos dado del todo gato por perro.

 

 

 

 

 

 

 

 

*Prof. Dr. J.M. Bellido Morillas, presidente de la Asociación Pedro Cubero
de Cooperación y Altos Estudios
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