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Buzón del lector
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23-11-2014
Nombre: Francisco H. Juliano
Asunto: Respuesta a las calumnias de Berto Zárate
El alumbramiento de un nuevo medio de comunicación es siempre una buena nueva que debe ser recibida con alborozo. Admito que yo desconocía esta revista, y que sólo llegué a ella alertado por terceros que habían visto mi nombre salpicado por las injurias que me dispongo a rebatir. Ello no obsta, sin embargo, para que me alegre de su existencia y desee prosperidad a la publicación (no así al autor de las antedichas injurias). Hago hincapié en este punto porque conozco cómo funciona el medio y sé que resulta incontrolable que algunos contenidos pasen el filtro de manera satisfactoria. Escribo, precisamente, porque doy por supuesto que tanto la directora como los miembros del consejo editorial obran de buena fe en su quehacer profesional, no pretendiendo mancillar mi nombre ni el de ninguna otra víctima de los delirios de cierta persona. Es a ellos a quienes me dirijo, a los responsables últimos de todo cuanto se vierte en estas páginas, para ponerles sobre aviso de algunas mentiras incluidas en el artículo Tesa o el ardor, perteneciente al segundo número de la revista y firmado por Roberto Zárate. Aunque el autor es ya de sobra conocido por su problemática relación con La Verdad, es de suponer que la juventud de sus actuales jefes necesita un recordatorio acerca de con qué clase de gente han decidido echarse a andar en el mundillo periodístico. A ello me dispongo, pues (a recordárselo), al tiempo que limpio mi honor.
1. Las insinuaciones en torno a mi relación extraprofesional con Alfonso Suárez Quintana (Suárez, sí, no Sánchez, como dice el artículo) son de una mala fe indecible y no me quedará más remedio que acudir a los tribunales si no se disponen las cosas para una pronta rectificación en iguales términos de visibilidad.
2. Mi trato con Ana María Zárate, hermana del autor del artículo y a la sazón pareja sentimental de mi socio Alfonso, fue siempre excelente, en contra de lo que se dice.
3. A su vez, la citada relación sentimental que unía a Ana María con Alfonso llegó a ser, en efecto, duradera, pero jamás pasó por el altar, como asegura el firmante al tratarlos de casados en un desliz harto sorprendente, siendo en esta ocasión la víctima de tan liviana imaginación nada menos que su propia hermana. Resulta penoso que no sea ella quien pueda hacer esta aclaración, por causas bien conocidas por todos. En la fecha de su entierro, todos echamos de menos a Roberto, si bien es verdad que tampoco había hecho acto de presencia durante los meses de enfermedad que precedieron al sepelio. Es de justos reconocer, no obstante, que la bendita Ana María siempre disculpó que el susodicho estafara seis millones de pesetas al padre de ambos, impidiéndole contar con un apoyo económico suficiente en el trance de sus padecimientos. Además, esto nunca fue motivo de disputa, ya que el propio Alfonso Quintana y yo no tuvimos problemas en contribuir a la financiación de su terapia, por más que él hubiera rehecho su vida con otra mujer y que yo ya no trabajara en el negocio, pues tanto uno como el otro la adorábamos.
4. Por último, es cierto que Roberto Zárate participó en la grabación de Aplauso, pero no lo es que intercediera en modo alguno más allá de algunos arreglos visuales. El conjunto tenía ya coreografía antes de aquella actuación.
Recomiendo a los editores de La Croqueta que tengan a bien considerar si les compensa seguir contando en la plantilla con un enfermo mental que es capaz de elucubrar tamañas inexactitudes y vilezas, algunas contra su propia familia. El asunto es muy doloroso para mí, como también lo sería para los otros dos afectados, quienes ya no se encuentran entre nosotros y, por suerte, no pueden leer sus ficciones. Ruego hagan notar mi indignación al columnista como ruego, también, le obliguen a rectificar. Saludos cordiales,
Francisco H. Juliano
Pueden leer la réplica de Berto Zárate a esta carta aquí.