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Zoo Politikón

Votos y billetes

Anxo F. Couceiro

El mismo día que Podemos sacaba músculo en las calles, los satélites de un conocido grupo mediático rendían homenaje a su presidente. El sedoso manteo a este Lara fallecido contrasta con los gritos anticasta, porque el poder viene siendo eso, dictar agenda. Y sin embargo, dictar agenda es el único objetivo claro de esta manifestación vaporosa. Y sin embargo, el germen de Podemos como instrumento electoral nació en la tele de ese señor.

 

Ah, el clin-clin, la más lábil de las ideologías. Tanto da un fachón Marhuenda como un progre Wyoming como un independentista Ara. Tenían razón aquellas voces en off  hagiográficas que hablaban de pluralidad en sus rezos: nunca nada importó menos que el contenido para un pope capitalista, de esos gordos y con corbata. La pluralidad como batiburrillo o estrategia de ventas.

 

Algo parecido sucede con Iglesias y su discurso, único hasta la fecha capaz de articular la indignación quincemayista en un pragmatismo muy anhelado años atrás, cuando nos quejábamos de que “todo-esto-muy-bien, pero no nos conduce a nada”. Pues ahora sí nos conduce, y hasta la Moncloa, nada menos. El problema es lo que se deja atrás. Sabiendo Iglesias, Errejón, Bescansa, Monedero y demás que los Izquierdistas De Bien (en adelante, IDB) los vamos a votar siempre —porque lo otro da como risa—, se han obsesionado por ganar lo que la izquierda lleva perdiendo desde el 36, o sea a la gente. Podar de terminología marxista el discurso es un acto de jardinería política inteligente, asumiendo que los IDB estaremos ahí por honor, necesidad o sencillamente falta de alternativa; pero es también un movimiento peligroso. Esta operación de sacrificar contenido a cambio de la simpatía popular, o lo que es lo mismo, a cambio de la sonrisa de 100.000 pacones y paconas que te llenen una plaza, acabará trayendo consecuencias. Darlo todo por el pueblo pero sin el pueblo está muy mal. Darlo todo por el pueblo y pensando además como el pueblo está casi peor. Toda la vida hablando de que los malos necesitan ciudadanos zombies para gobernar y ahora somos nosotros, los buenos, los que decidimos hablar en un lenguaje poco menos que subnormal para conquistar la bandera.

Pongamos por ejemplo lo que se dijo el día 31 en Sol. Podemos y la bullshit. "Hacen falta Quijotes." "Soñamos como El Quijote." ¿Quiere decir Pablo Iglesias que La Troika no existe y es una idea delirante que hemos creado los pueblos de Europa para justificar el derroche pasado? ¿Son Los Hombres de Negro nuestros molinos? ¿Qué clase de discurso contradictorio es ése? ¿Quién lo ha escrito? ¿En qué estaba pensando? Estos druidas podemitas, o sea. Sé que son brillantes. Sé que nos han callado la boca a todos los que nos los tomábamos a broma antes de las europeas. Sé que representan, por así decirlo, blandamente, nuestra esperanza. Pero el legítimo embaucamiento lingüístico de campaña ha degenerado en una suerte de indigencia intelectual. El miedo a la ideología no puede ser nunca miedo a las ideas. Detrás de ese ensalzamiento de la demencia senil no puede haber ninguna idea, porque de haberla, sería autodestructiva, como hemos visto. No se trata de un discurso, sino de un antidiscurso que expresa lo contrario de lo que se pretende decir. Hablar del Quijote como héroe soñador es tergiversar a Cervantes con un punto de grosería que roza lo inaceptable.

 

Podemos, como producto cultivado en las televisiones, corre el riesgo de quemarse en su mímesis con el medio. Se nos habla de emotivos quijotes del mismo modo que las cabezas parlantes de Cintora —algunas incluso con hábito— retransmiten desahucios. Esta pornografía sentimental tan catódica, de poner siempre el foco en lo lacrimógeno como (falso) epítome de lo humano, es heredada por un partido que renuncia a tener principios a cambio de captar televidentes y televotantes. Seguro que a Iglesias se le queda mal cuerpo al infantilizar sus intervenciones. Pero bueno, tampoco a Lara le gustaba El intermedio. A fin de cuentas, no se diferencian tanto, estos dos: sólo quieren ganar, ya sea votos o billetes. Las consecuencias estéticas de esta deriva ya las conocemos porque hemos visto a Monedero cenar con la Lomana. Respecto a las consecuencias éticas, supongo que debemos esperar a que gobiernen para saber exactamente qué estamos votando cuando votamos Podemos: ya dejó alguien escrito que uno debe dar crédito a las obras y no a las palabras.

 

 

 

 

*Ilustración: collage de Andrea López

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