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Futbolistas calvos

Rooney

Antonio Agredano

Nadie quiere ser quien es. Todos soñamos con un futuro mejor. Todos negamos el presente. Lo esquivamos como quien esquiva la mierda de un perro mientras pasea por la calle Álamos. Pensamos en el mañana. O peor: en el ayer. Nos refugiamos en lo que fuimos o seremos. “Fóllame” le dijo el chico a la chica. “No aún”, le dijo la chica al chico. Y él se fue a casa pateando las latas que encontraba por el camino. De camino a Capuchinos bajaba un calvo abrazado a una rubia. El calvo le miró desde arriba por efecto de la inclinación del terreno. Camisa blanca, músculo marcado, pantalón vaquero estrecho y botas ligeramente picudas. Ella era hermosa debajo del maquillaje. Una lata agotada de rodar se paró a la orilla de un solar. Dominan el mundo. Rooney se dejó crecer pelo artificial, como de muñeca. Ahora lleva un delicado flequillo. Delicado por quebradizo y débil. Lo lleva con orgullo. Dejó atrás la solitaria anchoa-felpudo. Pasó por quirófano. Quedó como uno de esos muñecos de mercadillo que al regarlos se coronaban con césped.

 

Una vez lloré en la cama con amargura porque no quería ser Antonio Agredano. Yo quería ser Simón Caballero. Él jugaba al fútbol mejor que yo. Era más guapo, delgado y gracioso. Les gustaba a las chicas. Ganaba a policía y ladrón, al mentiroso y a las bolas. Lo vi el otro día en Córdoba y está calvo. Tiene ese bidet blanco rodeado como con una compresa de pelo en la base de la nuca. Fui feliz y me sentí mal. No por ser feliz, sino por haber querido ser él. Por llorar amargamente aquella tarde de octubre en el piso trotskista donde me crié.

Rooney es mi jugador favorito. Era, quizá. Porque Rooney ya no quiere ser Rooney. Es un metacalvo. El calvo que es calvo aún no siéndolo. Es un misterio científico, es un golpe al amor. He conocido a gente despreciable estos últimos meses. Gente no calva. Gente con pelo que quería ser otra cosa. Que no veía el momento de cerrar un capítulo de su existencia. Que se agarraba con manitas de perezoso a la realidad que le estaba siendo merecidamente robada. Odio a la gente que quiere ser otra cosa que no es. Que se busca en otras vidas. Que lame la suela del ayer para que no llegue el mañana.

 

Rooney convocó una rueda de prensa para decir que jamás dejaría el Everton. Al día siguiente fue presentado por el Manchester United. Ahí sigue. Marca goles, se pelea y hace cosas de ingleses como beber y casarse con chicas tetonas. A veces creo que amar es dejar de ser uno mismo para convertirte en una persona a la medida del amor de otro. A veces pienso que ser uno mismo todo el rato es molesto y decadente. Qué es mejor ser otros. Otros sin miedo al presente. Ella le dijo “no aún” y él pensó que el “aún” duraría toda la vida. Hay momentos tan tristes que es difícil hasta masturbarse. No imposible, sólo difícil. Son pajas tristes de pollas pequeñas como globos de cumpleaños de hace dos semanas abandonados en un cordel. Yo quise amarla y ella quiso que yo fuera otro.

 

 

 

*Ilustración de Andrea López

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