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Futbolistas calvos

Robben

Antonio Agredano

La gente se hace vieja. Se ve mucho en Tinder. Cómo el contador avanza y los cuerpos se arrugan y se estropean. Y eso es en la superficie. Por dentro aún peor. Por dentro la decrepitud y la angustia, la inseguridad, el miedo, la mezquindad de los desesperados. Pánico a vivir solos, a que no nos dé tiempo de rehacer nuestras vidas. Bailes sexys en el Indiana. Huídas falsas de vidas falsas. Verdades a medias. El terror de equivocarnos quizá para siempre. Salir de tapitas. Cantar mierdas de Rocío Jurado en La Tranca. La felicidad engorda. Y la tristeza también. Cuarentonas con corsé moviendo la cabeza mientras una banda chapurrea Highway to Hell. El pelo cae, las barrigas caen, los culos caen. La gravedad y su tambor de guerra. Todo quiere estar en el suelo. Como los paquetes de gusanitos vacíos, como las latas de Victoria en la Alameda de Capuchinos. Como las cacas melosas de los caniches que las viejas pasean temblorosas.

 

Cuando era pequeño creía que crecer era mejorar. Que hacerse mayor era una sublimación. Que todo se entendería con facilidad allí arriba. Que la vida se abriría ante nuestros ojos, brillante y nueva. Ahora, con 35 años, creo que crecer es deslizarse por un tobogán siniestro. Y todo me da asco. Un asco irracional y teenager. Robben es un jugador extraño.

Del Madrid le echaron por débil. Era bueno y era feo. Y viejo. Una vejez extraña y prematura. Una calvicie post-adolescente y piernas de jugador antiguo. Delgadas y cortas, de colegial tardofranquista. Lo quiso el Bayern y triunfó. Aunque triunfar en Alemania es fácil. Su fútbol es más de zona que de trinchera. Hay en la cara de Robben una tristeza indisimulada y un no futuro desgarrador. En sus músculos finísimos y en sus huesos descalcificados.

 

Tengo miedo de envejecer. De no cumplir los absurdos objetivos que me marcaron. Tener hijos, ser feliz, montar muchos muebles de Ikea. Cuando bebo pienso en la muerte. En los grupos de versiones con camisas blancas y corbatas finas. En esas orquestas del nuevo siglo. En la cervecita fresca. Salir de terracitas. La dictadura Meetic. De mayor solo he encontrado desorden. Exnovios, planes aburridos, cine de autor, hijos implacables.

 

Babosos. Babosos por todas partes. Babosos en uno mismo. Resacas larguísimas. Envejecer, abonarse a la miseria. No quiero ser joven, sólo quiero dejar de crecer. Quiero quedarme aquí hasta la muerte. Fofo e inseguro. Pero no quiero seguir avanzando por este túnel de Gibralfaro, ruidoso y pestilente. Quiero una casa en el campo, un porche y un banjo con afinación estándar. Quedarme ahí y que un oso me saque las entrañas.

Crezco peor que dibujo. Dibujo peor que canto. Nunca doy una nota. Robben falló ante Casillas en la final del Mundial que ganamos. Calvo hijo de puta que quisiste pararnos el corazón. Muere joven. Bailé sevillanas en una caseta y vi mi vida pasar en un segundo.

 

 

 

*Ilustración de Andrea López

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