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Estilo de vida

La pirámide REAL del poder

Camilo de Ory

Se habla del Club Bilderberg, de la Masonería, de la ONU. Entidades oscuras que mueven los hilos de cuanto ocurre en el mundo y tienen poder sobre gobiernos, empresas y ejércitos. Mitos. No te diremos que la soberanía reside en el pueblo, porque mentiríamos tan obviamente que dejarías de leer aquí mismo, pero quienes la detentan son personas que nada o casi nada tienen que ver con los grupos de presión arriba mencionados. A grandes rasgos, y sin ánimo de ser exhaustivos, estos son los miembros de la pirámide REAL del poder:

 

CAMAREROS. Controlan nuestra permanencia en los lugares de ocio y tienen bajo control las reservas de la droga que todos los que los frecuentan necesitan: el alcohol. Los camareros son la prueba viviente de que eso que se ha dado en llamar la erótica del poder existe y funciona a todo trapo. ¿No te has fijado en cómo ligan? En parte ello se debe a que se les selecciona entre los mejores de la especie en el arte de la conquista: nos referimos, para ser más concretos, a los estudiantes de arte dramático con buena planta, vocación de galán –atormentado o no– y ego motivadoramente insatisfecho. Pero la principal razón de su éxito está en lo que pueden darle al pueblo y lo que pueden pedir a cambio, si es que tienen necesidad de hacerlo y no les es entregado por este de manera espontánea, como sucede en la mayor parte de las ocasiones. Quid pro quo. Alcohol por besos. A qué hora sales.

 

TU NOVIA. Por más que seas un tipo independiente, por más que hayáis pactado una relación en la que cada cual disfrute de su espacio, por más que al leer esto estés sonriendo y pensando “eso no me pasa a mí”, ella es la que manda. She’s the boss. El capo. El Mourinho de tu vida. Un jefe con todas las de la ley (una ley caprichosa y relacionada con sus ciclos hormonales) y el rasgo añadido de que también se arroga las (pocas) prerrogativas del empleado, entre ellas el fatalismo y el derecho al pataleo. Es el actor social definitivo. Un superior jerárquico natural, de autoridad incuestionable e inapelable. Un Führer a quien basta guardar silencio en la tribuna, con los brazos cruzados, para subyugar a las masas, pero que también sabe clamar enloquecidamente al Cielo si es preciso. Además de todo esto, tu novia es el único tirano que te sonríe y te hace carantoñas cuando le complaces. En resumen, nos encontramos ante la máquina perfecta de mandar.

 

ANA ROSA QUINTANA. Juzga y condena a los asesinos, los pederastas y los defraudadores, sin permitir la intervención de fiscales o abogados, y lo hace en el mismísimo salón de todos los españoles, trasmutado en posmoderna plaza pública. No en vano, la veterana telediva inició su carrera allá en los años 90 presentando el programa de juicios simulados Veredicto, que a buen seguro le sirvió de inspiración y entrenamiento para la labor que actualmente desempeña. Aún no ha dado el paso de encargarse ella misma de los encarcelamientos y las ejecuciones, pero todos los espectadores de bien lo estamos esperando.

 

LOS MACARRAS DEL PARQUE DE TU BARRIO. Consiguen que cambies tu ruta sólo para evitarlos, o que agaches la cabeza al pasar junto a ellos y saludes, fingiendo cordialidad. Sin decirte una palabra. Sin ni siquiera prestarte atención, o dedicándote como mucho una mirada colectiva y muda. Imponen la ley del más fuerte (o al menos la del más ceñudo) en su jurisdicción, sin saber ni siquiera lo que significa la palabra jurisdicción, lo cual no tiene importancia a nivel práctico, ya que, del mismo modo que la ignorancia de una norma no exime de su cumplimiento, el no conocer cuál es la extensión del territorio del que es virrey no lo incapacita a uno para gobernar. Esos muchachos son conscientes de que les temes, al menos cuando no están fumados o bajo los efectos de alguna pastilla insólita y sobrante del fin de semana, y eso basta para que se encastillen en su silenciosa actitud dominadora. Y si no se enterasen de nada, algo que tampoco es descartable teniendo en cuenta el estricto régimen de estupefacientes y alcohol a que se somete la juventud obrera, daría igual por eso, porque tú ya les temes y tu terror es atávico, social, el miedo de la clase media a las castas más rústicas y numerosas, que es exactamente el mismo miedo que en la película 'Deliverance' –ese tratado cinematográfico sobre las relaciones humanas– inspiraba el banjista mongólico a los pijos de la piragua cuando los miraba pasar desde el puente.

EL PANADERO. Todos los días comes pan. Todos. Y él puede poner en la masa del pan LO QUE QUIERA, antes de hornearlo amorosamente. Comer pan es un supremo acto de confianza hacia el panadero. Hacia su pulcritud, su honestidad y sus intenciones para contigo. Con cada mordisco al bocadillo que has hecho con una de sus barras de Viena, le estás diciendo “Creo en tu bondad”, y al masticar ratificas tu fe en que la masa esté elaborada exclusivamente con las cosas que deben ponérsele a una masa y, en todo caso y como mucho, algún aditivo más o menos pernicioso de los que usan los pasteleros industriales y los discípulos de Ferrán Adriá. Uno sólo puede abandonarse así a la voluntad de un verdadero dios.

 

TU PERRO. Existe la falsa creencia de que las personas domestican a los perros. No es así. Tu perro te lleva adiestrando desde que era sólo un cachorro y ahora recoge los frutos de tanta dedicación y esfuerzo. Ha invertido muchas horas en dejarte claro cómo funcionan las cosas. Él ladra, tú le das comida. Comida comprada con el dinero que has ganado con el sudor de tu frente. Él te enseña la barriga (y, accesoriamente, sus tumefactos genitales) y tú se la rascas, mientras jadea de manera indecente. Te lo pida o no, lo paseas con puntualidad dos veces al día, algo que no logra ni tu novia, que ya es decir. Por si fuera poco, desde que entró en vigor la intolerable ley que obliga a ello, recoges todas y cada una de sus cacas con la mano y un guante de plástico, según las va dejando, graciosamente, allá donde le place. Y eso tampoco lo logra tu novia.

 

JULIO RUIZ. Vale, estamos dando por hecho que eres un moderno. Y Julio Ruiz, cuya forma de hablar es sospechosamente parecida a la de Mariano Rajoy, es quien decide lo que oyen los modernos. Oír es un acto casi involuntario y evitarlo implica taparse los oídos y canturrear en voz alta, algo que uno no puede hacer en cualquier sitio. La música viaja directamente desde los altavoces de los que, invisible pero poderosa, sale, hasta tu subconsciente, y casi nada la puede parar: evoca recuerdos, induce estados de ánimo e incluso configura ideologías y actitudes ante la vida. Si no sabes de lo que estamos hablando, dudamos si darte la enhorabuena o el pésame: mantenerte al margen de la modernidad será muy saludable para ti, pero lo más probable es que estés siendo víctima de un demonio mucho mayor y si cabe más poderoso y dañino: por si alguien no lo ha adivinado todavía, nos referimos al locutor de turno de los 40 Principales.

 

EL DUEÑO DE PRIMARK. No es él quien marca las modas y es otro (Amancio Ortega) el que se lleva la fama, pero en Primark te venden la ropa. Porque sabemos que compras ahí. Porque dan casi lo mismo que en las otras tiendas, pero más barato, y porque cualquiera que se haya informado un poco sobre el estado de la industria textil sabe que la mano de obra oriental y preadolescente está tan cualificada como la que más. Mira tus 'Converse'. ¿Pone en ellas 'Converse'? No hay más preguntas, señoría.

 

LAS FEMINISTAS RADICALES. No han conseguido cambiar el mundo y robarnos a nuestras mujeres (que es lo que en realidad pretenden, se pongan como se pongan), ni que digamos lo que quieren oír: que el Hombre es un opresor desde tiempos inmemoriales y que todas sus desgracias se deben a él, que por tanto ha de pagar y recompensarlas. Pero sí que nos callemos la mayor parte de lo que no quieren que digamos, so pena de convertirnos en parias sociales. Galileo o Copérnico debieron de sentirse así al negar que la Tierra se mueve mientras un cardenal les explicaba que si rechistaban les podía prender fuego, atados a un palo, ante una multitud devoradora del equivalente tardomedieval de las palomitas. Y eso no lo logran ni tu novia ni tu perro.

 

EL CHÓFER DEL AUTOBÚS. De acuerdo: hasta ahora ha sido benévolo y siempre nos ha llevado a donde queríamos que nos llevara, pero ¿qué nos garantiza que siempre vaya a ser así? Él tiene el volante y en cualquier momento decidirá que las cosas dejen de ser como son. Un día no llegaremos a casa, al trabajo o al zoo con los niños, sino a otro lugar, que podrá o no ser terrorífico y oscuro. Estaremos a su merced, y en realidad lo estamos cada vez que nos montamos a su imaginaria grupa para cabalgar el gran burro de acero. Que hasta ahora el conductor se esté comportando impecablemente no implica que no sea poderoso, sino que no tiene nada contra nosotros. Seamos listos y procuremos que siga sin tenerlo. Tratémoslo bien. Yo intento llevarle un pequeño obsequio siempre que subo en su vehículo.

 

 

 

 

 

*Ilustración: collage de Andrea López

 

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