Firma invitada
Fragmento de una secuela frustrada de la
novela 'El novio del mundo'
La gente habla mucho.
Si la gente no hablase tanto, yo no tendría que estar escribiendo en este instante para aclarar algunas de las cosas de las que habla alguna gente.
Pero la gente habla, ya digo. Mucho. Con esa actitud de abuso olímpico que el género humano sabe adoptar ante todo lo que le sale gratis, incluidos los enredos abstractos: el afán de superación, la esperanza, las utopías eróticas, la neurosis...
Cualquier cosa gratuita despierta adhesiones leales, y hablar sale gratis. De manera que la gente habla: allá va.
Punto primero) Si la lengua se desgastase por el uso, tendríamos la boca hueca.
Punto segundo) Si cada letra del abecedario que utilizamos nos costase un céntimo, no hablaríamos menos, claro está, sino que nos arruinaríamos, porque está visto que somos unos infelices que siempre acaban optando por lo peor.
Punto final) Si la gente hablase menos, los demás no tendríamos que hablar tanto.
Entre la gente que habla más de lo que debe se cuentan un tal Yéremi Alvarado y mi primo Jacob Vinuesa, que sólo tienen auténtico el apellido, porque lo del nombre propio es camuflaje: una especie de flor de plástico en la solapa del Ser Individual, si me permiten ustedes la expresión.
(...)
Felipe Benítez Reyes
Portada de la novela El novio del mundo, madre de esta secuela inconclusa.