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Cretineces

La receta ganadora: tribulaciones epistolares
de un chef enamorado

Anxo F. Couceiro

Querida Daisy:

 

No veo llegar el momento de que tus padres partan en dirección a las cataratas del Niágara para celebrar su aniversario. ¿Cuántos años cumplían de casados? ¿Veinte? ¿Veinticinco? Qué más da, podría fingir que me importa pero en verdad no; en verdad sólo ocupa mi mente su aniversario, como bien sabes o al menos intuyes, pues eres lista como una ardilla, por brindarnos tan oportuna fecha la posibilidad de disfrutar de tu casa en la intimidad que un amor tan arraigado y maduro como el nuestro merece.

 

¿Has comprado ya los muslitos de pollo? ¿Y los ingredientes que indiqué en mi carta anterior? Quiero corresponder cuantos placeres vaya a prestarme esa dulce boquita tuya durante nuestra semana de amor con todas las exquisiteces que sea capaz de cocinar gracias a los conocimientos que atesoro en calidad de graduado por la Escuela Superior de Hostelería Riguerpuaghrt Charles XIII. Los muslitos panados a la gratinè de shechanz (especialidad de la casa) son el entrante ideal para siete románticos aunque no por ello menos lujuriosos días de parejil complicidad, y me pondré a cocinarlos en cuanto haya instalado mis enseres debidamente, tomado un vaso de agua o quién sabe si de cocacola o incluso cerveza, hecho un aliviador pis, tomado tu cuerpo para darte mandanga de la buena y fumado un carismático cigarrillo. Llevaría yo mismo los materiales necesarios para su elaboración, pero temo que se estropeen en el viaje.

 

Ponme al tanto de las novedades y dime si finalmente tu prima Vicky nos deja la lancha; así sabré si meter o no un bañador en la maleta.

 

Ya sólo quedan dos días.

 

Qué nervios.

 

Ay.

 

James

Querido James:

 

Yo tampoco veo el momento de que me folles.

 

Tu comida seguro que está riquísima y también me apetece un montón comerla, aunque más lo otro (que me folles).

 

Tengo casi todos los ingredientes que me pediste, salvo la boletus amaldifa y el churrón. Un vendedor de comestibles que se me ha presentado como Oscar Majestic, y a quien he acudido para obtener los preciados víveres, me ha dicho que en su almacén no tiene ninguna de las dos cosas. ¿Crees que podremos sustituir la seta esa rara por champiñones y el churrón por salsa picante normal? Espero tus instrucciones, chef. (Me pone llamarte chef.)

 

Lo que sí tiene es una tinta Quetzu de los Alpes que se torna invisible a los cinco minutos de ser leída. Aprovecho para escribir en ese soporte unas cuantas líneas de contenido picante, para que sólo tú y yo las leamos. XXXXXX [Ilegible]

Basta de cochinadas. Papá y mamá me han preguntado si voy a traer a algún “chico” (no han dicho novio, han dicho “chico”) durante su ausencia. Les he respondido que no y luego he echado una risita.

 

¿Crees que sospechan algo? (Yo sí.)

 

Estoy deseando que vengas y que traigas ese tanga que te dije que compraras y que seguro que ya has comprado. (El tanga rosa.)

 

Besos,

 

Daisy

Querida Daisy:

 

¿Tengo pinta de ser la clase de cocinero que se pliega a las arrogantes negativas de un tipo llamado Oscar Majestic? Lo más probable es que el tal Oscar Majestic sea un grasiento ignorante con coleta que no haya oído hablar en su vida de una boletus amadlifa. ¿Me equivoco? ¿Lleva o no lleva coleta? Apuesto a que sí, y camiseta de los Ramones. Como si lo viera.

 

Los muslitos panados a la gratinè de shechanz son una receta ganadora… en caso de estar bien preparados, claro. Si no eres capaz de dar debido cumplimento a mis afanes culinarios, amantísima compañera, luz de mis días, niña triste, caricia del viento, besito primaveral, pequeña dama, solete mío, no pasa nada, pero has de hacérmelo saber para tener en cuenta a qué clase de elemento he jurado amor eterno, si a una sofisticada y deleitosa gourmet  o a una vulgar engullidora de champiñones. En fin, tampoco quiero hacer de este insignificante grano de arena toda una montaña que suponga un esforzado escollo a superar en nuestra por lo general plácida y aproblemática relación.

 

Yo, por mi parte, sí estoy cumpliendo con mi deber y ya he comprado el tanga que deseas verme puesto y que tanto quieres arrebatar con tus manitas sonrosadas de mi pelvis para tal vez cabalgar sobre ella como una locuela desenfrenada o tal vez practicar una sutilísima tarea labial, o, como dicen los franceses, comida de rabo. Prefiriendo la segunda alternativa, al menos para el primero de los encuentros que mantengamos durante nuestro encierro; dejo a tu elección el ejercicio a practicar.

 

Sólo tengo una duda en cuanto a ésta, nuestra semana, que si mal no me equivoco todavía no ha sido resuelta: ¿qué hacemos con el mongolo?

 

James

Querido James:

 

Mi hermano Hugo pasará el fin de semana con nosotros, tal y como habíamos acordado. Tus palabras me dan a entender que eso no era lo que habíamos acordado y que, por tanto, habíamos acordado otra cosa, pero por más que hago memoria no consigo que venga a mi mente otro acuerdo entre los dos que no fuera el de acordar que mi hermano Hugo, a quien adoro y a quien supongo que adorarás, pasara el fin de semana con nosotros.

 

No te dejes intimidar por su síndrome de Down: es casi enteramente autónomo en el día a día y, tras muchos meses de terapia, ha conseguido reducir sus episodios de mordeduras a aquellas fechas en las que hay luna llena. He mirado en el periódico y no parece que este fin de semana vaya a haber luna llena. :D

 

Para tu tranquilidad, he de decirte que Oscar Majestic ha venido a casa y ha traído unos ejemplares magnificentes de boletus amagdifa recién recolectados en una batida por los bosques de Camembrown, si bien el churrón no ha sido todavía capaz de conseguirlo. ¿Lo pido por Internet?

 

P.D. Hoy me he metido el estuche de las gafas Ray-Ban por el coño. Cabía entero y sin doblar. Adjunto foto.

Vamos a ver, queridísima Daisy, luz de mis días, desvelo de mis noches, palpitación constante de mi alma toda:

 

Al retrasado de tu hermano ni lo aprecio ni lo apreciaré; no porque sea yo discriminador de minorías intelectuales en modo alguno, sino porque, sencillamente, mi contacto con él ha sido (y supongo será) reducido, por lo que considero fuera de lugar calificar nuestra relación con adjetivos cosméticos que vengan a decir lo que no es, y si hay algo que no es, tortolita mía, nuestra relación, es cordial, cariñosa, cercana ni tan siquiera educada, puesto que cada vez que me ve me recibe con ladridos, cuando no con agresiones físicas bastante gorileras. No puede decirse, en consecuencia, que estime yo una pizca al desgraciado chaval, como espero que entiendas dando una nueva muestra de tu infinita empatía. Precisamente porque la discriminación es una práctica que rechazo, me siento incapaz de fingir apego por un animal agresor que, con su atávico comportamiento, demuestra querer darme muerte en cada uno de nuestros encuentros, al ver en mí, deduzco, un rival por tus afectos. Tal fingimiento supondría, mi nunca lo bastante venerada Daisy, una actitud condescendiente con tu hermano en particular y con la comunidad de retrasados mentales en general.

 

Lo odio, lo odio mucho y me repele su presencia. Por favor, deshazte de él durante nuestro fin de semana de amor para no tener que volver a hacer uso de las cadenas y las jaulas como en la última y, te recuerdo, desdichada ocasión. Encasquétaselo a una amiga, que tienes varias, solícitas y de comprobada fidelidad.

 

Respecto al tema de las boletus, ¡ah, cara mía, mon cherí, pitufina de arrebatadores ojos y tetitas bizcas, me has hecho feliz con la noticia de su llegada! Feliz y, oh, sí, temeroso, al mismo tiempo, pues confieso que la actitud del tal Oscar Majestic empieza a parecerme sospechosa. ¿Primero no tiene y después aparece en tu casa (en-tu-casa) con una cesta de boletus amagdifa recogidas nada más y nada menos que en los bosques de Camembrown? Hmmmm-hmmmmm. Yayayayayay. Gmmsrpmgsssssss. Me quedo sin onomatopeyas suspicaces con las que dar muestra de mi falta de confianza en la sinceridad de sus actos, al tiempo que levanto una recelosa ceja y acaricio mi barbilla. ¿Es el tal Oscar Majestic de intenciones puras o acaso te despachó primero con la indiferencia habitual de los tenderos altivos para luego virar el rumbo de su conducta al apreciar en ti matices eróticos en un principio durmientes? Yo no me fiaría de él.

 

No.

 

No lo haría.

 

Mete las boletus a remojar en un entorno no superior a los 16º de temperatura y espera mi llegada para darles sabio y gastronómico uso. Todos estos esfuerzos —ya lo verás— no serán en vano, diablilla de mis desvelos, pues se trata de una receta ganadora.

 

Mua, mua,

 

James

James:

 

A lo mejor has malinterpretado lo que hay entre nosotros.

 

Yo te quiero, sí, pero te quiero como las chicas de 16 años quieren a todos sus novios: con frivolidad y sin ataduras. Me gusta que me des por el culo porque los chicos de mi edad no dan por el culo, y cuando lo hacen, lo hacen muy mal, poniéndolo todo perdido de caca. Tú sabes hacerlo de forma higiénica y placentera: valoro eso, no creas que no lo hago, pero sin alardes. Supongo que el hecho de que me lleves 21 años (¿o eran 22?) influye en que tus artes amatorias me resulten deslumbrantes, pero tampoco te vayas a tirar de la moto. La nuestra es una relación sexual pincelada con algunas dosis de romanticismo, pero está claro que no vamos a llegar muy lejos. Como mucho, y sólo por divertirme, en ningún caso por despecho o llevada por la pasión, podría acabar arruinándote la vida después de mandarle cartas anónimas a tu mujer con recortes de revista. Me hace gracia la posibilidad de que eso pase en un futuro no demasiado lejano porque me hace gracia imaginarte viviendo en un motel, abandonado al alcoholismo, siempre en calzoncillos y masturbándote furiosamente con fotos mías al tiempo que reniegas de nuestro amor por haber sido éste la piedra rosetta de tu destrucción, pero nada más.

 

No te ilusiones. No te excites.

 

Jamás elegiría tus boletus o tus petadas de culo frente a la relación idílica que mantengo con mi hermano Hugo, en caso, vaya, de que alguna vez tuviera que poneros a los dos en una balanza. Me gustas, eres majo, el sexo es diver, pero ya está.

 

¿Hacemos peli-manta la primera noche? Mi padre ha contratado un servicio ADSL de 20 megas reales (¡20 megas reales!), así que puedo bajarme cualquier cosa. Oscar ha resultado ser, como yo, un fan entregado de la serie Buffy cazavampiros, por lo que ya estamos descargando las primeras temporadas. En cuanto a las películas, ¿alguna preferencia?

 

Daisy

Amada mía, cariño, chiquitina, pizpireta golondrina de mi corazón:

 

Jamás quise ofenderte. ¡Claro que aceptaré al pequeño monstruito como inesperado inquilino de nuestro encuentro romántico! ¡¿Cómo no iba a hacerlo?! Ay, lamento tanto que el sofisticado arte de la ironía no se aprecie por misiva, al estar la palabra escrita desprovista de timbre o gesticulación alguna que pudiera matizar el mensaje, otorgándole nuevo significado… Quizás tu juventud e inexperiencia te hayan llevado a interpretar literalmente mis afirmaciones en absoluto serias sobre tu hermano, a quien idolatro desde la primera vez que se babó en mi regazo.

 

El caso es que mi llegada se avecina y tiemblo de placer con solo imaginar las cochinas barbaridades que vamos a esconder bajo las mantas de tu domicilio familiar, poco acostumbradas al nivel de pecado que en breve les presentaremos, cómplices y humedecidos. Ganas me dan de soltar una risita entre los dientes mientras intento, sin éxito, contener mi picardía con la mano delante, una risita a lo “jijiji”, tú ya me entiendes. Soy presa de la impaciencia.

Sólo hay una cosa que me perturba de tus palabras, ángel mío, petisú, ñamñamcita de mi alma, y es la aparición un tanto aterradora de Oscar Majestic (personaje que, como sabes, me estomaga) al final de la carta. Creía haberlo dejado ya claro con formas más o menos sutiles a través de metáforas, técnicas retóricas de toda índole, endiablados circunloquios y cierto barroquismo marca de la casa, mas tal vez sea necesario desnudar ahora el mensaje de estructuras sintácticas complejas y léxico alambicado para subrayar su importancia y no dejar lugar a dudas en tu encantadora, sexy, rubia pero a veces no muy espabilada cabecita: Daisy, cariño, respecto al entrometido de Oscar Majestic, has de saber que no pienso chupar ninguna polla en esta ocasión para complacerte.

 

¿Clarinete?

 

James

A la atención de James Riccosato, cocinero, marido, amante y mentiroso:

 

Estimado señor, le escribo para ponerle al tanto del escenario que he estado urdiendo a sus espaldas en los últimos días, con la colaboración activa o pasiva de otros agentes, y cuya actual coyuntura me permite ocupar la centralidad del tablero para conseguir los más altos fines en mi beneficio. Usted me conoce con el nombre de Oscar Majestic, si bien ese nombre es falso. No precisará conocer el verdadero, por lo que puede llamarme como le plazca, siempre y cuando esta frase no sea interpretada como una invitación al insulto. Oscar está bien, mismamente; sólo me he desvinculado de ese nombre para informarle de la realidad de los hechos. Se trata de un acto de honestidad por mi parte que, espero, sirva de preámbulo para objetivos mayores, igual que la mantequilla en esa película tan guarra que los españoles iban a ver a Perpignan, siendo la mantequilla mi honestidad, el culo de Maria Schneider su cabecita y el pene de Marlon Brando la idea de la mutua cooperación entre nosotros. Quiero, vamos, entenderme con usted; hacer negocios.

 

El motivo de mi identidad secreta está ligado a mi trabajo: soy detective privado, de esos que escudriñan cubos de basura, olfatean ropa íntima y siguen la pista de las cajas de cerillas. Su mujer (una señora estupenda, he de decir) me contrató la semana pasada para que examinase sus movimientos, temerosa de que esos ineludibles congresos de fin de semana a los que acudía tan a menudo escondiesen una relación ilícita. Y vaya, vaya, ¿eh, James? Tenía razón.

 

Seré tan directo como franco: su señora me paga 100 doblones al día. Teniendo en cuenta que llevo 8 días investigando, eso hacen 800 doblones. Págueme el doble y zanjaremos el asunto haciéndole pasar por un santo. ¿Qué me dice?

 

P.D. Oiga, la lolita ésta… es bien parecida, ¿eh? No eligió mal con quién arruinarse la vida, no…

 

P.D. 2 Disculpe la informalidad de mandarle la carta mecanografiada a ordenador. Uno ha de tomar ciertas precauciones; ya me comprende.

 

P.D. 3 1600 doblones. Una cifra insignificante para usted. 1600. ¡Vamos!

Oiga, Majestic, Oscar, o como se llame:

 

Me es usted repulsivo. No tengo mucho más añadir, puesto que como ya habrá podido comprobar con sus codiciosas manos, el sobre que contiene esta carta lleva adjuntos 2000 doblones, de los que puede hacer uso para todas cuantas vilezas desee.

 

A partir de ahora, déjeme en paz.

 

Y a mi ninfa también: no quiero que Daisy se contamine de su ponzoña moral.

 

Atentamente,

 

J.

Amigo mío:

 

La tal Daisy ha resultado ser un auténtico frasco de veneno. No me ha quedado más remedio que empujarla por las escaleras, con el penoso resultado de su muerte por retorcimiento del pescuezo.

 

Ya, ya sé: me dijo usted que me alejara de ella; pero me lo dijo en su última carta, la misma que contenía la generosa cantidad de dinero que aprovecho para agradecerle, pero la misiva llegó hoy mismo, cuando ya era demasiado tarde para hacer caso a sus comprensibles súplicas. Y digo comprensibles, mi estimado chef, porque cualquiera que conociese a la muy arpía estaría al tanto de sus vertiginosos apetitos, que acabaron conmigo atado a la cama de sus padres con el fin de darle placer oral durante horas.  Me dejó seco, y todavía quería más. Yo ya me estaba marchando, con los ojos derritiéndose sobre los 2000 doblones, cuando la muy caprichosa empezó a arañarme con sus garritas, ofendida ante el que calculo debía ser el primer rechazo de su vida amorosa. En el forcejeo que siguió a su brutal ataque se dieron las aciagas condiciones de la muerte referida en el primer párrafo de esta carta, y que desde ahora pasa a ser asunto de los dos.

 

He de advertirle que deshacerse de un cadáver resulta algo más caro que doblar el precio contratado por una esposa inquieta. Entre pitos y flautas, siendo los pitos la sierra mecánica y las flautas la cal viva (más el disparatado plus de la mano de obra), sale la cosa en unos 4500 doblones. No obstante, tendré en cuenta los 400 doblones que tuvo usted a bien regalarme en relación con la cantidad que yo le había demandado antes.

 

Mándeme 4100 doblones por giro postal y no tendrá usted de qué preocuparse.

Bellaco, maltratador, instrumento del diablo:

 

¿Cómo se atreve a obrar con tan apestosa iniquidad, cómo ha tenido la osadía de mancillar a mi adorada Daisy con su repugnante chorro?

 

Por no hablar del asunto de su muerte, que le será comunicado de inmediato a la policía en cuanto ponga punto final a esta desdichada carta, momento que llegará más temprano que tarde para evitar que las lágrimas que ya siento brotar en honor a su pérdida hagan correr la tinta que, por última vez, malgasto en comunicarme con usted, hidepu, saco de quina, malversador de emociones.

 

J.

Pero vamos a ver, James:

 

Usted sabe tan bien como yo que no puede acudir a la policía. ¿Quién piensa que se convertirá en el primer sospechoso? Le recuerdo que guardo infinitas pruebas de su relación con la muchacha, y si bien me he comprometido a no hacérselas llegar a su esposa, ese acuerdo no atañe a una posible notificación anónima a las autoridades.

 

¿Se cree que soy tonto o qué? No me haga perder más el tiempo. El ordenador de la chiquilla está lleno de grimosos vídeos de pornografía doméstica en los que salen haciendo poco menos que el pinopuente, por no hablar de las numerosas cartas que guarda de su puño y letra, firmadas todas ellas con su nombre real (a diferencia de las que yo le mando a usted). No hace mucho era ella quien le amenazaba con contarle todo a su mujer en una carta de la que conservo copia, pues yo mismo le ayudé a escribirla mientras ambos fantaseábamos desnudos con la posibilidad de extorsionarle. Ya tiene el móvil: ella amaga con tirar de la manta y usted se la carga. ¿De verdad cree que está en una posición estable para negociar?

 

Mándeme 15000 doblones para que limpie ese desastre y no se enrede con patochadas. (Sí, el precio ha subido.)

Estimado James:

 

Como bien sabes, en 30 años de profesión jamás he rechazado un caso por peliagudo que pudiera parecer a ojos de la opinión pública. Por supuesto, no hice una excepción contigo. Es cierto que la exagerada atención mediática que ya en los albores de esta tempestad se cernía sobre tus todavía presuntas acciones era un arma de doble filo. Por una parte, se planteaba una batalla perdida, y por otra, como suele suceder en estos casos, un reto mayúsculo. Decidí concentrarme en lo segundo, no sin olvidar que la amistad que me unía a tu padre (quien, como sabes, fue mi mentor en la abogacía), era el más poderoso de los motivos que me llevaban a creer en tu inocencia.

 

Lo malo es que creer en tu inocencia implicaba asimismo creer en una concatenación de hechos francamente inverosímiles, más propios de la desvariada inventiva de un lunático que del pícaro Jimmy que revoloteaba bajo mis faldas cuando su padre lo traía a la oficina los sábados por la tarde. Pero creí. Hasta hoy, creí. No pienses que soy una mojigata, tesoro: todos los clientes mienten. Pero hay límites, y levantarme esta mañana con la noticia de que la policía había encontrado al fin, después de dos meses de búsqueda, el cadáver de Daisy Sánchez Venables, tras analizar la carne que se hallaba en la nevera de la muchacha bajo tu famosa receta de muslitos panados a la gratinè de shechanz, querido James, ha sido cruzar uno de esos límites. Temo necesites un abogado a quien, libre de lazos emocionales, no te avergüence confesar deslices como el canibalismo. Con todas las cartas de la baraja sobre el tapete será más fácil presentar una defensa sostenible.

 

Tampoco te ayudará el hecho de que por fin hayan sido capaces de interrogar a Hugo, hasta hoy en un estado de shock por la pérdida de su hermana. Al enseñarle fotos tuyas, el muchacho ha proferido gritos de pánico mientras te señalaba con ademán entre horrorizado e incriminatorio. Tesoro, ese deficiente en verdad parecía odiarte. Lo tienes crudo.

 

Lamento despedirme por carta, pero es duro para mí descubrir que el hijo de Robert ha pasado de ser un encantador y pecoso rufián a un peligrosísimo enfermo psíquico con tendencia a la antropofagia. Espero que encuentres un buen abogado y que todo te vaya lo mejor posible. Quien te defienda ha de ser tan paciente como poco escrupuloso, pero contará de inmediato con mi simpatía. Yo misma he redactado un informe sugiriendo a esa persona una línea de defensa muy concreta y fundamentada en esas delirantes cartas que me enseñabas con el papel arrugado en la mano y los ojos vidriosos de desesperación. Evidentemente, no creo que los documentos vayan a salvarte el pellejo, pero si uno repara en la firma resulta inevitable inferir que el nombre de Oscar Majestic no es más que un anagrama del tuyo propio, James Riccosato. Tu nuevo letrado sabrá qué hacer con esos datos. Los asesinos que, enfermos de celos o sabe Dios qué chifladura, desdoblan su personalidad psicótica para cometer crímenes retorcidos, obtienen condenas más piadosas que quienes proceden con absoluta consciencia de sus actos.

 

Nada más tengo que decirte, salvo que, al igual que en todas mis cartas anteriores, tampoco hoy he sido capaz de ponerme en contacto con tu mujer. Debes ser paciente, pues resulta probable que siga reprochándote el suicidio que vuestra hija cometió a consecuencia de la presión mediática por tus todavía presuntos crímenes.

 

Un beso muy grande,

 

Charlotte Bouassier, abogada penalista, Despacho Bouassier-Riccosato

Ey, truhán, ¿cómo le va?

 

Sus 15000 doblones me fueron de gran ayuda, pero se esfumaron rápido. Le escribo desde Riviera Apuana, en La Toscana, lugar de indecible belleza, mientras conquisto las aguas de una piscina privada subido a un flotador. Pero tranquilo, no quiero pedirle más pasta: sé que los giros postales están muy restringidos desde su posición como inquilino de un hospital mental. Por cierto, que no espero agradecimientos por haber contribuido a su situación con mi modesta treta del anagrama. Pese a que estaría en condiciones mucho más indeseables en cualquier cárcel del estado, rodeado de pedófilos, terroristas y temibles miembros de la comunidad gitana, no creo que se halle en condiciones de sentir por mí otra cosa que no sea desprecio.

 

Incluso es posible que usted mismo se haya tragado eso de que no soy más que una manifestación esquizoide de sus instintos homicidas. ¡Cómo me divierte pensarlo! Mas no lo soy, viejo amigo, y si le dedico estas palabras es para recordarle ese hecho incontrovertible: no quisiera dañar su equilibrio psíquico más de lo estrictamente necesario. Ahora le dejo: debo recrear las gimnásticas fantasías que me enseñó su precoz y sin embargo experimentada amante con una prostituta nicaragüense que me espera en el hall del hotel cinco estrellas donde estoy alojado. ¿Es posible que se las enseñara usted? En ese caso, será como si folláramos juntos, de forma digamos que virtual. Un bonito broche para poner punto final a nuestra relación.

 

Saludos,

 

Oscar

 

P.D. No se sienta tentado por la posibilidad de entregar esta carta a los celadores: está escrita con tinta Quetzu de los Alpes, que se evapora al rato de ser leída. ¡Estaría blandiendo una carta en blanco! El colmo de su locura, ¿no cree? Dentro de cinco minutos se hallará dando obsesivas vueltas al papel en busca de estas mismas palabras, todavía inseguro de si fueron alguna vez reales. Pobre diablo acongojado.

Queridísima Daisy, luz de mis días, amor de mis amores, capullito de alhelí:

 

Escribo estas líneas a tu antigua dirección, con la vana esperanza de que los nefandos tormentos que estoy atravesando sean un truco, una broma pesada orientada a torturarme para tu erótico regocijo.

 

Te sueño en una aventura de carretera junto al ignominioso Oscar Majestic, y al menos te sueño viva. Ojalá sean ciertas mis fantasías (dispongo de mucho tiempo para recrear el magín) y podamos reencontrarnos el día que estimes oportuno abortar esta farsa y presentarte ante las autoridades para exonerarme. Podrías alegar que tu muerte fue un montaje urdido por Majestic, cerrando de tal manera el capítulo de mi castigo para abrir el de mi redención. O tal vez estés muerta de verdad y los receptores de este mensaje sean tus padres, posibilidad que se me antoja incómoda, ya que verían de muy mal gusto mis palabras, supongo.

 

En fin, escríbeme si sigues ahí.

 

Te espero desnudo y ardiente,

 

James

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