Pinecoteca
Dos poemas de Arantxa Romero
Teluria
"Siento que el mundo se introduce en mí como los frutos que como, en verdad, me nutro del mundo."
Saint-John Perse
Hundo los poemas en la tierra
los empapo de limo
para que sean origen
para que hagan raíz
toco el barro y pienso con las manos
de la humedad a lo extraño
surco a surco
esqueje-crecido-metáfora
labios como ramas germinan en bosque
son caminos enteros de semillas semánticas
ocultando la lengua de ceniza que
hace sombra a la respiración
todas las flores resuenan al dictado
la raíz corresponde a la voz
y sin hablar
reconozco el canto
también es tierra mi garganta
S/t
Ocultarse
aprender a no compartirlo todo
a guardar dentro. También el dolor
pero alimentarlo. Para que no se muera
para no morir
Cristian Piné
Estos dos poemas de Arantxa Romero, pertenecientes a su primer poemario, Plétora, todavía en ejecución, quitan el aliento, sin duda, y nos sepultan debajo de un potente material poético. Si conseguimos levantarnos y recomponernos tras su lectura, podemos ahondar en su técnica y su universo conceptual para llegar a unos cuantos hallazgos que pasaré a comentar a continuación.
En general, ambos poemas, a pesar de que parezca que tienen miedo a ser nombrados, responderían al título de poética. Aunque esto resulta menos evidente en la segunda de las composiciones, el léxico escogido por la autora no nos engaña: metáfora, dictado, canto, garganta... Si no todos son palabras de dictum, sí que podemos englobarlos en el campo general del lenguaje, un lenguaje que nace de la necesidad, de unos impulsos ancestrales que parecían olvidados. El mundo, lo telúrico, solo tiene sentido si pasa por la garganta.
En ese terreno es en el que nos estamos moviendo constantemente, más bien entre dos terrenos movedizos, el decir y el no decir, que no hay que identificar en este caso con los conceptos de evidencia e ignorancia. Arantxa es más sutil. El silencio justifica los espacios, las pausas versales. Y si algo se dice es porque sintetiza todos los sentimientos de la autora en forma de densos fogonazos.
El primer poema, Teluria, habla de un mundo esencial. En él aparecen todos los elementos primarios que, unidos, constituyen todo lo importante, incluso la propia conciencia, y es por este motivo por el que la poeta deja sentir el aire, las flores, el barro. Pura química. La relación con los elementos es tan estrecha que invade su voz y hablan por ella.
Esto justifica un vocabulario tan primitivo, imbricado de tal manera que no nos puede dejar indiferentes. En medio de toda esa sencillez aparece la preocupación por el lenguaje (metáfora, semántica) que, aunque pudiera parecer un discurso más intelectual, se toma como primordial en el poema. Por eso, además, las metáforas son sencillas y efectivas, y parece que se utilizan para nombrar nuevas realidades.
El segundo poema muestra sus cartas desde su encabezamiento, un título que dice no diciendo. S/t sorprende por la gran extensión de su significado, a pesar de su tamaño real. La idea de un dolor necesario que necesita ser alimentado, en una relación prácticamente de parasitismo con uno mismo, provoca una sensación de desgarro en los lectores y se universaliza desde el momento en el que el poema se oculta en el primer verso. Nos falta información, pero podemos suplirla perfectamente con nuestra intimidad más oscura.
La extraña puntuación y la separación versal de este poema aportan sugerencia a su contenido. En esta ambigüedad sintáctica y en sus estructuras paralelas encontramos una belleza salvaje y una cadencia abrupta, y es que estamos ante un poema duro, bruto, compacto y sin fisuras.
Ambas composiciones justifican la escritura, ya sea desde un punto de vista de comunión con el entorno o con el dolor de uno mismo. La palabra se hace necesaria y suficiente en muchos casos. Necesario también resultará seguir la obra de Arantxa Romero después de leer esta pequeña muestra.